Nos levantamos a las 5am y a las 6 estábamos desayunando. Dormimos muy bien en nuestros nichos de maya blanca.
La noche fue ruidosa por los insectos y las ranas, pero plácida. Yo pasé un poco de calor con la manta, pero nada agobiante. Por cierto, ni las mantas estaban sucias ni las mosquiteras rotas como había leído en foros, que es frecuente. De hecho, en todos los campamentos que estuvimos en este trekking, las camas y hamacas estuvieron bien. Precisamente por eso, nosotros llevábamos el saco-sábana en la mochila, pero no lo usamos ni un día: nos podríamos haber ahorrado el espacio que ocupaba y el peso que suponía, en un equipaje que debía ser mínimo.
El día de hoy fue más largo pero más agradable y bonito, con unas vistas espectaculares. Caminamos casi todo el tiempo a la sombra, dentro del bosque húmedo y sombrío. El camino era una romería de turistas, locales y mulas, pero se iba bien.
Pasamos por varios puentes y campamentos y nos bañamos en el río, junto a uno de esos campamentos donde luego comimos refrescados.
Por la tarde, en la última parte del trayecto se nos abrieron los cielos y nos empapamos en pocos segundos sin remedio. Conseguimos proteger las mochilas con las bolsas de basura que nos habían repartido los guías, pero algo de agua entró. Además, tuvimos que cruzar el río en un par de ocasiones, la primera, en una zona ancha y poco profunda, con cantos rodados en el fondo. Aquí nos encontramos un grupo de soldados, tan empapados como nosotros pero en peor situación pues iban de uniforme, con botas, mochilas y fusiles. Cuando empecé a cruzar, uno de los jovencísimos soldados que salía del río, se apresuró a meterse de nuevo en el agua para ayudarme a cruzar. Me sostuvo la mano, tirando por encima de su cabeza, me llegaba por el hombro, y así llegamos a la otra orilla. Yo miraba asombrada de reojo sus botas que estaban a rebosar de agua... La escena debía ser bastante cómica. El chico, superamable.
La segunda vez que cruzamos el río, el agua nos llegaba por la cintura y tuvimos que avanzar apoyándonos a una roca. El nivel del río estaba subiendo, y subiría mucho esa noche...
Llegamos al campamento chorreando, así que nos cambiamos en cuanto y como pudimos y tendimos la ropa bajo el techado donde estaban las hamacas en las que dormiríamos, aunque sin ninguna esperanza de que se secara pues seguía lloviendo con fuerza y la humedad que nos envolvía era total.
Cenamos a la luz de pequeñas velas, bajo la lluvia, observando impresionados cómo la rugiente corriente del río, que ahora bajaba muy turbia, iba cubriendo las grandes rocas que antes emergían de su cauce como enormes hipopótamos y cómo las orillas iban cambiando rápidamente.
Dormimos en hamacas con mosquitera, en una zona abierta pero techada. Parecíamos gigantescas crisálidas.
RECOMENDACIÓN:
- Pide una manta para dormir en las hamacas. Además de taparte por encima, conviene protegerse la espalda, pues tiende a enfriarse si queda al aire, en contacto con la malla de la hamaca.
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