Lo mejor del día de hoy: el desayuno. Unas deliciosas y abundantes ensaladas de fruta en un puesto del mercado.
Sacamos
dinero en un cajero, recogimos las mochilas en el hotel y en la terminal de
autobuses cogimos uno a Bucaramanga. Pedimos al conductor que nos
dejara en un sitio llamado "Papi quiero piña" para no entrar
en la ciudad, y poder coger un taxi, lo más cerca posible del aeropuerto.
En el aeropuerto almorzamos unas arepas que habíamos comprado en el mercado esa mañana y esperamos para coger el vuelo de las 15:30 a Bogotá.
Embarcamos, volamos y aterrizamos en Bogotá. Vuelta a pasar por controles de entrada, tiempo de espera, embarque, vuelo y aterrizaje en Santa Marta. Cogimos un taxi que nos dejó en el Hotel Miramar, que habíamos reservado por internet. El hotel nos pareció muy cutre, destartalado y sucio, pero con ambiente mochilero agradable. La habitación con ventilador y sin baño estaba recocida y nos hizo sudar de lo lindo mientras nos organizamos.
Eran
las 19:30, hacía un calor pegajoso, estábamos cansados y hambrientos, pero
todavía tuvimos que hacer el equipaje para la Ciudad Perdida, en un viaje de
senderismo que duraría 5 días y 4 noches. A trancas y barrancas lo hicimos y
conseguimos contactar con la agencia por teléfono para confirmarles el hotel en
el que estábamos para que nos vinieran a recoger a la hora que nos indicaran.
Por fin
pudimos salir a comer algo, en un garito que hay frete al hotel, unas arepas
con unas cervezas que nos supieron a gloria. Las temperaturas siguen subiendo...
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